viernes, 24 de febrero de 2012

Capitulo 80




Jay mira hechizado a Ángel. No puede creer que ese chico, que es la imagen viva de su viejo amor, esté en su casa. Sólo para él. Ángel está furioso.
--¡usted está loco¡ ¡ni los animales tratan a sus hijos de la manera en la que usted trata a Simón¡
Jay mira fascinado a Ángel. Lo desea, lo ama. ¿es a él a su primer amor? No lo sabe. Tampoco le importa. Se dice así mismo que Ángel no puede salir de su casa sin acostarse con él que debe besarlo, tomarlo a la fuerza pero no puede. Ángel le dice todo lo que quería decir, le advierte una vez más que debe comportarse con Simón como un verdadero padre y se va. Jay no ha escuchado a Ángel. No le importa lo que le pasa a Simón. Lo que desea es acostarse con Ángel.
--¡Va a ser mío¡ ¡¡yo voy a ser el primer hombre en su vida¡ ¡¡conmigo va a conocer el amor de verdad, el sexo y luego no va a querer separarse de mi¡ ¡¡nadie le podrá dar lo que yo¡
Jay no entiende porque ha perdido la oportunidad. Antes no le hubiera importado tomar a alguien a la fuerza pero con Ángel es diferente. Le da rabia la manera en la que Ángel le ha tratado.
--¡va a ser mío¡ ¡¡no es el primero al que drogo¡
Sonríe maquiavélicamente.
--sólo tengo que sacar a Simón de mi camino.
Se le ha ocurrido algo. A Simón se le ha caído el celular. Jay sonríe perversamente. Lo revisa. Copia el número de Ángel. Borra todos los mensajes de llamados, el número. Todo lo relacionado con Ángel.
--Ese tarado no podrá hablar con él. Conociéndolo seguro que no se sabe el número.
Saca la tarjeta al celular, le pone otra. Deja el celular en la mesa.
--¡no vas a hablar con ese niño antes que yo me haya acostado con él¡

Simón no tarda en volver a su casa. Ángel no quiere que sus padres lo vean y está seguro que todo irá bien ahora con Jay. Simón mira a Ángel con admiración. Le gusta que sea tan seguro, tan valiente. No se ha dado cuenta que Ángel ha salido de su casa y que ha hablado con Jay pero lo ve tan seguro cuando le dice:
--no te preocupés por tu viejo. Después de lo que ha pasado no te hará nada.
--Espero que así sea.
Simón abraza a Ángel. Lo besa en la frente.
--Suerte que te tengo a ti.
Ángel le da un fuerte beso. Así Simón llega a su casa más tranquilo. Confía en que Jay se haya encerrado en su dormitorio y no lo vea. Se asusta al ver que Jay está esperándolo. No le dice nada de la herida. Lo trata con dureza pero como si nada hubiera pasado. Lleva una bolsa de viaje en la mano.
--¿Te vas de viaje?
--No, tenés que ir al pueblo. Tu abuela enfermó.
Simón se asusta mucho.
--¿qué le pasó a la abuela?
--No lo sé pero tenés que ir ya.
Simón adora a su abuela. No piensa en nada más. Sabe que Ángel lo comprenderá. Agarra su celular que encuentra en la mesa. Jay es el que lo lleva a la estación. Quiere estar seguro que no se acerca a ver a Ángel. Simón está muy preocupado por su abuela.
--¿y qué le pasó exactamente?
Jay está manejando. No presta mucha atención a su hijo.
--No lo sé. Esto lo tenés que averiguar vos.
--pero ¿y si es grave?¿no venís?
--No, tengo mucho trabajo.
Simón se queda conforme. Jay lo acompaña hasta el tren.
--No hace falta que me acompañés. Nunca lo hacés.
--pero es que no debes perder el tren. Estoy muy preocupado por mi madre. Es muy importante que la veas.
Simón no hace pregunta. A veces su padre le parece alguien sin sentimientos pero ve.
--Es duro pero en el fondo no es mala persona –dice para sí.
Le gustaría que su padre fuera cariñoso, que almenos no lo pegara pero le gusta ver (o más bien es lo que parece) que se preocupa por la abuela. Simón está sentado junto a la ventanilla.
-No te mueves de aquí. Te estaré vigilando.
Desde el andén, Simón siente la mirada de su padre. Fuerza una sonrisa. Le pone demasiado nervioso. Se relaja cuando al fin marcha el tren. Jay también. Se ha librado de Simón. Tiene un plan para acostarse con Ángel. Simón llama a su abuela.
--¿cómo que te vienes?
--Sí, mi viejo me dice que te sentís mal.
--Sí recién hablé con él. Lo noté raro. No sé que le habrá pasado.
--bueno, pues yo estoy de camino. Seguro que estás bien.
--si, como siempre.
Eso tranquiliza a Simón. Se relaja en el asiento. Le duele pensar que pasará unos días sin Ángel pero se quedará más tranquilo si ve a su abuela y se asegura que está bien. Además, después de lo que le ha pasado con Jay, lo que más le apetece es estar lejos de él. Disfrutar del cariño que le da su abuela. Doña Esperanza está feliz porque tendrá a su nieto en la casa. No sospecha que todo es una trampa de Jay. No imagina que se ha inventado que ella estaba enferma. Cree que la preocupación de su hijo es real. Le emociona pensar que su hijo se preocupa por él. Comparten un secreto. Ella quisiera que eso los hubiera unido en vez de hacerle vivir amenazada. Por eso le ilusiona pensar que Jay está cambiando.

Simón se relaja en el tren. Ahora que está más tranquilo se dispone a llamar a Ángel para contarle lo que está pensando. No encuentra su teléfono, ni ninguna constancia que lo haya llamado. No recuerda su número y no puede llamarlo porque no aparece en ningún lugar en su celular.
--¿cómo es posible?
Le queda un largo viaje y las ganas de ver a su abuela hacen que se olvide de todo.
--ya me llamará él.
No sabe que su padre le ha cambiado la tarjeta y que Ángel no podrá llamarlo.

Thiago está desnudo en su apartamento. Sale de la ducha.
--Estoy reventado. No vuelve a hacer un viaje en mucho tiempo.
Sonríe pícaro al pensar en Ángel.
--pero ha merecido la pena los kilómetros que me he tenido que hacer para verlo.
Le suena su celular. Es del pueblo. Sonríe pícaro. Es doña Esperanza. No imagina la relación que une a esos dos primos. Tampoco cree que esté haciendo nada malo.
--Me dijiste que te avisara. Simón está viniendo.
Thiago sonríe con cara de depravado.
--veremos que tanto quieres tú a Ángel –dice pensando en su guapísimo primo.

Simón llega al pueblo de madrugada. Esperanza lo recibe emocionada.
--No me tenías que esperar despierta.
--estoy bien. ¿tenés hambre?
--me muero del hambre.
--Ven a la cocina. No imaginas quien ha llegado.
Simón está muy contento con su abuela pero se queda helado al ver a Thiago sentado en la cocina. Sonríendole travieso.