martes, 14 de diciembre de 2010

Capitulo 1





doña Esperanza (Ángela Ragno).

Simón, un guapísimo joven de 17 años, llega a una vieja casa de pueblo. El chico llega un poco triste pero se le alegra la cara por el cariño con el que es recibido por una anciana, por doña Esperanza . La mujer está muy contenta de tener a su único nieto con ella. El chico no está acostumbrado a que le den tanto cariño.
--¡Mi nieto querido, que alegría¡
--Tampoco tenés otro –dice Simón con una tímida sonrisa.
--¡Igual serías mi favorito¡
Doña Esperanza llena al chico de besos, de caricias. Le acaricia el pelo.
--Mira nada más, mi Simoncito es todo un hombrecito ¡¡cómo has crecido en estos meses¡
--Simón, abuela. Me llamo Simón.
Pero la mujer le sigue llamando Simoncito y llenándolo de besos. El cambio es bastante radical, de la frialdad y falta de cariño que recibe en su casa, a la calidez y el exceso del cariño con el que lo recibe su abuela.
--¿Y no te ha acompañado tu padre?
--No abuela. Tenía ganas de deshacerse de mí –dice Simón triste.
Aunque a la anciana le duele que su hijo no se haya dado un tiempo para visitar a su madre, le saca importancia al asunto.
--No digas eso. Tu padre está muy ocupado. Tiene mucho trabajo.
Pero Simón siente que su padre se deshace de él como un paquete.
--pues parece que le moleste que esté en la casa porque cuando tengo vacaciones me saca de la casa. Cualquier excusa es buena para alejarme de él.
--Ni que yo acá te tratara tan mal. No seas ingrato –le dice ella con cariño.
Simón sí adora a su abuela pero no siente ni el cariño ni el amor de su padre, sí siente que al hombre le molesta la presencia de su hijo. Siempre se pregunta que es eso tan importante que su padre tiene que hacer que le molesta que Simón esté con él. Su padre es un desconocido para él. Siempre se pregunta que debe hacer su padre cuando él está de vacaciones, porque él nunca ha sabido que su padre saliera de viaje. Entonces no entiende porque no quiere que esté en la casa.
--puede hacer como los fines de semana. Ignorarme bueno como todos los días –dice para sí.
A Simón le duele sentir que su padre se lo saca de encima pero su abuela le da en pocas semanas más cariño del que ha recibido en toda su vida de su padre. Abuela y nieto van entrando en la casa. En la sala hay un gran retrato del padre de Simón, padre e hijo son idénticos. Ambos miran la foto con tristeza. A ambos les gustaría que las cosas fueran diferentes con Jay.




En la capital, mientras, está Jay, el padre de Simón. Guarda un gran parecido con su hijo aunque su pelo es canoso y su rostro arrugado. A sus 50 años, Jay sigue siendo un hombre muy atractivo. Eso sí, amargo. Su mirada es muy dura, triste, llena de rencor. Es por ese motivo que generalmente oculta sus ojos bajo unas gafas oscuras. Maneja un lujoso auto. Para en un semáforo. Un guapísimo joven de no más de 18 años se sube en el auto. El joven se muestra cariñoso. Le pone la mano en el muslo pero Jay se la aparta brusco. Es muy distante con él.
--¡no te pago para eso¡
Su voz es metálica, muy arisco. Aparca el auto en un descampado. Se quita las gafas. Su rostro lleno de odio causa respecto pero bajo ese rostro duro se encuentra un hombre pasional aunque a veces los reprima. El chico se desabrocha los pantalones y Jay se agarra a la verguita del chico con ansiedad. Le da pequeños lametones. Le mueve la piel de arriba abajo para hacerla crecer y la devora entera. Es muy rudo, muy violento. La chupa con rabia pero el chico jadea. Jay va rápido. No para hasta que el chico explota en su garganta. Jay no sólo se traga le leche del chico sino que la saborea despacio. Está muy satisfecho, tiene cara de sátiro.
--¡Ahora tú¡
Es una orden violenta, dicho de una manera agresiva como si le hiciera hacer algo en contra de su voluntad cuando el chico va a lo que va. Jay se desabrocha los pantalones dejando al descubierto una gigantesca lanza. Muy grande y gorda. Ardiendo. Jay no le da tiempo al chico a agacharse. Él lo agarra la cabeza y se la hunde en la entrepierna. Le obliga a tragar la verga entera pese a que lo está ahogando
pero Jay es muy violento. No permite que el chico descanse, ni disfrute. Le mueve la cabeza de arriba abajo. Se viene en la boca del chico que no quiere tragar el esperma de Jay pero éste le obliga.
--¡déjala limpio o no respiras¡ --le exige.
Hasta que no ha tragado hasta la última gota de su leche, Jay no le permite descansar. No deja de apretar. Luego le suelta. El chico tose. Le ha faltado la respiración. Lo ha pasado mal. Jay no puede ocultar su satisfacción. Se abrocha los pantalones. Sin mirar al chico le tira un dinero y le exige bruscamente.
--¡sal del auto, vete ya¡
El chico no se esperaba ese trato.
--pero si estamos muy lejos de la ciudad, acercame un poco –le suplica.
Jay abre la puerta del chico y le da un empujón. Lo echa del auto y se va a gran velocidad sin importarle nada lo que le pueda pasar al chico.

De nuevo con Simón, éste sube a la parte de arriba de la casa. Lleva una maleta y su guitarra. Su abuela sube con él.
--¿aún sigues tocando?
--sí, la música es mi vida.
--veo que tú y tu guitarra siguen siendo inseparables.
Pasan por el lado de una habitación, la puerta está toda tapiada con maderas.
--así que papá sigue sin darte el dinero para que construyan la parte de la casa que se hundió. Cualquiera diría que le da igual que se hundiera el techo de la que fue su habitación de infancia. A mí no me gustaría que se perdieran mis recuerdos.
A la anciana no le gusta pensar en el pasado de su hijo.
--Es que tu papá tiene muchos gastos.
A Simón le duele el hecho que mientras su padre y él viven en un departamento con mucho lujo, su padre maneja un auto muy lujoso, su abuela vive en una casa vieja que se cae a pedazos.
--Mi papá no quiere a nadie –dice Simón con tristeza.
A doña Esperanza no le gusta que su nieto hable mal de su hijo.
--es que tu papá sufrió mucho –hay culpa que trata de ocultar en las palabras de la anciana—fue por la muerte de tu mamá.
Eso produce una gran tristeza en Simón.
--Yo sólo sé que mi mamá murió días después de mi nacimiento. Nadie me ha querido contar nada. Ni siquiera la conozco por fotos.
Doña Esperanza se arrepiente de haber tocado el tema porque es algo que la pone muy nerviosa.
--ya sabes que tu papá las quemó todas por esa depresión que tuvo cuando murió tu mamá.
--¡es que es un egoísta¡
--no digas eso.
Simón habla con amargura, con tristeza.
--A veces pienso que me odia, que me está haciendo pagar algo que le pasó a él.
Doña Esperanza lo regaña aunque con cariño:
--¡no digas esas cosas, tu papá te adora¡
--si, como no –murmura el chico con amargura.
Abuela y nieto han ido hablando camino de la habitación que está al fondo de un largo pasillo. Simón se sorprende al ver que hay una cama supletoria al lado de la suya.
--¿hay alguien más en la casa?¿dónde dormiré yo?
--Tú en tu cama pero es que mañana viene el nieto de una prima mía pero apenas se quedará tres días. Si te molesta puede dormir conmigo.
--No claro que no. Me hará compañía.
La anciana besa a su nieto y lo deja solo para que se instale. Simón se desnuda. Se da una buena ducha. Sale envuelto en la toalla y se sienta en la cama. Empieza a componer. Es una canción que habla de soledad, frustración, amor prohibido…

A la mañana siguiente, Simón y Esperanza van a la estación al recibir al primo. Del tren, Simón ve bajar a un chico de su misma edad, rubio y guapísimo. A Simón le da un vuelco el corazón.
--¡que guapo, que guapo, parece un ángel¡ --piensa.
Simón sufre un fuerte impacto porque nunca había visto a un chico tan guapo. Para su sorpresa se acerca a ellos. Esperanza lo llama y lo abraza. Simón mira fascinado a ese guapo que tiene en frente. Los dos se miran fijamente. La anciana hace la presentación.
--Este es Simoncito…
Thiago mira divertido a Simón que con timidez le dice:
--Soy simón…
El otro sonríe:
--Yo soy Thiago.
Los dos se miran sofocados. El uno piensa del otro que es guapísimo. Se miran pero no se mueven.
--¡dense la mano que son primos¡ --dice Esperanza que quiere que los chicos se lleven bien.
Thiago extiende su mano. Simón la encaja con la de él. Se miran entusiasmados. Thiago sonríe seductor y Simón se derrite. Ambos sientes como un escalofrío recorre su cuerpo.